Luego de muchos años como viajero, debo decir que lo que más aprecio de cualquier hotel es la preocupación que tienen para con las necesidades de sus huéspedes. Es una característica difícil de encontrar, debido a que en su mayoría, los hoteles atienden a sus clientes como si se tratara de hamburguesas, sin lugar a casos excepcionales. Arbolar es la excepción, una mosca blanca en servicios de hotelería. Explico:
Soy una persona de una altura considerable, bastante por encima de lo común. Ni bien hicimos el check-in, la dueña me expresó su preocupación porque la ducha de mi habitación era bastante baja, y me propuso cambiarme a otra habitación, más pequeña, pero más cómoda para ducharme. Pasé una noche ahí, y a la mañana siguiente me dijo que igualmente seguía preocupada por mi situación, por lo que me ofreció cambirme a una de las casas, mucho más grandes, cómodas, y presumo mucho más caras también, sin cobrarme un adicional.
Realmente tuvimos una visita de ensueño, nos sentimos cómodos, muy bien atendidos (de forma discreta, no intrusiva), en un lugar realmente paradisíaco. Creo que no voy a cansarme de recomendar el lugar.
Una crítica constructiva: el desayuno que ofrecen no está a la altura del lugar. Mejor hacérselo uno mismo o aprovechar las muchas opciones en el centro del pueblo.